Razones para no marcharme

Porque
me ayudó en mis primeros pasos; 
me instaba a no cruzar la calle justo donde hacía curva: podía pillarme un coche;
a pesar de mis lágrimas y berrinches, me obligó a ir ese lugar donde yo y otros niños aprendíamos a contar. Luego no lloré más;
nunca tuve un castigo severo, ni siquiera cuando rompí aquel cuadro; 
Porque siempre consoló mi tristeza.
Porque una vez tuve los mejores patines y el mejor stick del parque.

Porque
me llevó a un estudio fotográfico y nos sacamos unas cuantas fotos, yo ataviado con un disfraz ridículo, pero encantador;
cuando había excursión, siempre me hacía un gran bocadillo de tortilla de papas. En mi pequeña mochila vaquera apenas cabía nada más, y no dejaba que la tortilla se enfriase;
me decía que debía estar en casa a las ocho, pero yo sabía que si me estaba divirtiendo y avisaba, siempre podría jugar un poco más.
Porque cuando aún era muy bajo y no alcanzaba el telefonillo, la llamaba desde el patio y me abría el portal.
Porque en mi comunión hube de lucir un traje color salmón que detestaba.

Porque 
tuve juguetes suficientes;
alguna vez dejó que me quedara en la cama y no ir al cole. Por un día no pasaba nada;
de todos mis amigos creo que fui el último que aprendió a bañarse solo, pero nadie lo supo nunca;
me obligó a ir durante un año al conservatorio de música. Por desgracia, más tarde me salí con la mía y no fui más. Ahora no sé tocar ningún instrumento y sin embargo me encantaría;
me regaló varios libros infantiles y rotuló en todos ellos mi nombre completo; eran mis libros y los podía leer cuando quisiera.

Porque ya podría convertirme en el tipo más repugnante del mundo: sé que igualmente nunca me abandonaría.
Y porque me dio la vida, y decidió dedicar la suya siempre en mi favor,
ahora no es momento de marcharme…

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿Cuantas veces nos golpeará la vida?
¿Cuantas veces nos levantaremos?
¡Si sabes las respuestas, vas por buen camino!