Los caminos y el amor

Lo que te enseñan tus propios pasos
o la tierra que la vida hace que pises
es que uno debe ser paciente y esperar
pues cada momento tiene su lugar
y cada sitio su justo instante
porque si te das demasiada prisa en llegar
corres el riesgo inadecuado
de ya no poder verlo jamás

Siendo pues cada cosa ligada a su momento
con ahínco, también, procurar debemos ir
haciendo uso de la voluntad latente
que, más que venirnos dada,
hacerla crecer y crecer ha de ser, fuerte,
nuestro empeño más voraz

Es así como aparece la lucha
entre el hombre y la impasible vida
que aunque nos brinde esta ufana existencia
montañas altas a veces nos hace recorrer
mas para que siempre, al retornar,
sepamos ser un tanto más fuertes

Poco a poco se irá fraguando el resultado
si permitirmos al camino estridente
conducirnos hacia el objetivo de convertirnos
verdaderamente
en auténticos hombres y mujeres

Pues al igual que el río acaba en el infinito mar
y el sol se pone en el horizonte cada día, sin más,
las sendas, lo sabremos, también terminan
y la historia de la vida nos enseña
que ésta es constante lucha en la que aprendemos
a abrirnos paso de la mejor manera
con viva virtud incesante; y a los vicios desechar
procurando, al cabo, un ocaso apacible
con el recuerdo grato de un día de esplendor

Mas sencillo y complicado a la par
ya el tiempo nos enseñará, si queremos,
que hemos de convertir los nuestros
en flamantes senderos de gloria
empezando de una vez a vislumbrar,
ya sin ninguna otra dilación,
que los amores, al fin y al cabo,
amores son... y nada más

Indiferente

Cuando la indiferencia parece apoderarse
de tu voz antaño melancólica
qué estrategia debería utilizar yo, viajero mudo incompredido
para alcanzar la ansiada libertad, sólo por algunos vislumbrada
de ser el dueño de mis ahora encadenados pasos
y disfrutar del placer que supone el simple hecho de no pensar

No cabe duda que ésta es mi oportunidad de superar
al fin
las cadenas que frustan mis pensamientos
al querer tenerte y no poder y tú, indiferente
te muestras en pleno vuelo
dueña de un mundo sin restricción y libre, vivaz,
de sentir el flujo de la vida en tus venas
sin tristeza, ni opacidad ni anhelos pasados

Te admiro
y quisiera que me enseñaras cómo hacer
de lo pasado eterna fuente de alegría
que en mi alma se empeña siempre en tornarse
en mustia y muy pesada melancolía

Pero esta será mi manera de afrontarlo
en definitiva
dejar tu recuerdo a un lado
inolvidable, firme e insustituible, pero enmascarado
prosiguiendo mi camino con ahínco y energía
pues deduzco que aún con este gran sentimiento en mi interior
he de aprender a seguir viviendo con el anhelo de tener
la mirada, constante y fuerte, clavada firme en el camino

Me dijeron que esperara

Me dijeron que esperara. Que luchara por lo que quiero y que, más importante aún, se lo haga saber.

Me dijeron que exteriorice mis sentimientos, aquellos de los que en su momento no me importó alardear, y que aguarde porque, seguramente, llegará el momento en que vuelva a ser propicia la ocasión.

Porque, según otros, si todo es tan fuerte como lo describo no se trata de algo que deba dejar escapar: no siempre es uno tan afortunado. Y yo, sin poder estar seguro de ello, me pregunto una y otra vez quién tiene la razón y cuándo, más que en aquella ocasión, podré verdaderamente llegar a sentir lo mismo otra vez.

Pero hay algo que sí resulta innegable: tan vasto sentimiento resulta odiosamente difícil de olvidar, y alcanzar algo así, otra vez, resulta ahora un objetivo demasiado lejano e imposible de alcanzar. ¿Será que no he aprendido de errores pasados? ¿Será que me empeño nuevamente en embadurnarme de recuerdos dolorosos sin dejarme avanzar?

Sin embargo, me dijeron que esperara y que no olvide. Que la historia se merece un final feliz y que, a veces, lo bueno hay que esperarlo por muy lejano que esté. Porque así las dulces palabras —fruto de la pasión o, quién sabe, de la mal usada maestría— podrán ser convertidas en hechos que nadie podrá negar: -Exterioriza y demuestra lo que sientes-, me dijeron.

Y mientras me hundo en la indecisión, la campana comienza a oírse, de momento leve y distante, avisándome de que el tiempo se me acaba.

Tu piel

Hay algo en mis recuerdos,
que sujeto con firmeza está
Algo escondido,
cuyo deleite hace imposible de olvidar
Su evocación,
produce que se revuelvan todos mis nervios
y recorra mi espalda una agradable sensación
No es otra cosa más que el acariciarla…
tu piel

Porque bello y perfecto regalo lo eras tú,
para mis ojos.
Mas no había mejor presente
que tu cautivadora tez,
para unas manos que se volvieron incompletas sin su tacto
y unos dedos que ya no saben cómo vivir sin poder tocarte

Ávidos,
deseosos de ofrecerte nuevamente su ternura
quedando rebosantes de un profundo amor
que ansían depositar,
con cuidado y fina dulzura
en tu morena, dulce y deslumbrante tez… así
incansablemente,
con delirio y frenesí… una y otra vez

Es así como es…
reflejo inherente de tu adorable ser
delicada pero fuerte a la par; es así como es…
tu piel

El huracán y las espinas


Ha pasado un huracán.
Alteró el poco orden que en su interior quedaba pero, al contrario que otros, su efecto ha sido enriquecedor, exquisito y cautivador.
Pasó ya, el huracán. Mucho más tarde de lo que seguramente tenía que haberlo hecho. Y es que había llegado con retraso para luego tener que irse demasiado pronto.
Pero al menos vino; y sembró en su caótico vagar semillas de esperanza y de ilusión que, por otra parte, quizás no sigan creciendo tras su marcha.
Y ahora, todo volverá a la normalidad; poco a poco, con el paso de los días. Pero el rastro de su avance permanecerá invariable en su esencia, latente durante un tiempo que será indeterminado.
Porque también habían crecido algunas espinas, de esas que apenas se ven a simple vista. Y estas, siempre tan orgullosas, gozan dejándose notar de vez en cuando para evitar ser olvidadas.