Un camino entre dos



Solía dudar si es mejor ir solo por la vida o en pareja. Si uno debe aspirar a lo más alto procurando avanzar en solitario o con la fiel compañía de la persona a la que quiere. Ha sido tanto tiempo cuestionando una pregunta a sabiendas retórica... Pero eso ya ha dejado de preocuparme. Ahora me siento bien conmigo mismo y mis pensamientos, conmigo y con mi compañera, queriendo compartir nuestros serpenteantes caminos desde aquí hasta quién sabe dónde. Y no me da miedo. Muy al contrario, sé que en sus brazos estaré seguro, y que su presencia hará que mis lágrimas desaparezcan más rápido. Aunque en otros tiempos era yo más reservado, ahora me siento seguro a su lado, y espero que algún día yo pueda merecer la misma confianza.

Nos queremos. Somos iguales y diferentes. Dialogamos afablemente para luego, quizás, discutir como niños. Somos hermanos. Jugamos y nos reímos alegres de cosas sin sentido. Somos los mejores amigos, y también amantes. Y cómo me ven sus ojos, no puedo estar seguro. Pero ella, para mí, no es nada menos que lo que en el fondo siempre quise: una fiel compañera de camino. La misma que una vez me encontró en el suyo y quiso recogerme porque vio algo que para mí, entonces, pasaba desapercibido. Me recogió en sus brazos, mostrándome un nuevo sendero con más luz y color. Y es gracias a ella, a su manera de ser y tratarme, por lo que ahora soy más feliz. Brilla en mí la esperanza de saber que lo que me resta de camino no lo haré solo, sino con mi fiel compañera del alma.

No es matemático

  Y llegó una vez más el momento de separarnos. De sentir que algo se desprende de nuestro interior, con un dolor sólo aliviado por la esperanza del retorno. Se va por un tiempo una parte de cada uno de nosotros, y sin embargo seguimos enteros. ¿Nos sentiremos perdidos, solos y desamparados en este periodo? ¿Cómo continuaremos nuestros caminos sin la compañía del otro? 

   Es natural, es Ley; es lo que la vida nos ofrece y a veces impone, quizás al principio por rachas, pero al final sin excepción ni miramientos. Y sin embargo, sintamos como lo sintamos, seguimos enteros. Y así es como debe ser. Porque está bien que dos personas puedan a veces sentirse una, pero no por ello la unidad tiene por qué perder su identidad. Uno debe seguir siendo siempre, y ante todo, un número entero.