A veces creo verte.
Paseo por la calle, tranquilo y como todos los días cuando, de repente, te veo a lo lejos, de espaldas a mí. Te veo de espaldas y cuando te das la vuelta desapareces sin apenas darme tiempo a pestañear, percatándome entonces de que tú no eres tú (quién sabe si, tal vez, en realidad nunca lo fuiste...).
En tal instante, tras esa broma pesada, es cuando apareces una vez más en mi recuerdo, y se me antoja pensar que ese espejismo absurdo y repetido es fiel reflejo de lo que un día fue, de lo que un día creí tener y al final no. Entonces, aún sin estar presente, logras materializarte firme en mis pensamientos.
A veces, en efecto, creo verte.
Siempre dándome la espalda (tu preciosa espalda), jamás de frente... como si quisieras jugar conmigo, en silencio, para luego parecer arrepentirte.
Y me doy cuenta de que el olvido es mentira, que la reiterada ilusión no es más que una traición del subconsciente, una erupción espontánea de recuerdos reprimidos que luchan con vehemencia por salir y explayarse a sus anchas: tal es la presión que hace indomables las grandes pasiones.
Sí. A veces creo verte. De espaldas a mí, sin dar nunca la cara, pero siempre de igual manera: como una gran (des)ilusión...
Paseo por la calle, tranquilo y como todos los días cuando, de repente, te veo a lo lejos, de espaldas a mí. Te veo de espaldas y cuando te das la vuelta desapareces sin apenas darme tiempo a pestañear, percatándome entonces de que tú no eres tú (quién sabe si, tal vez, en realidad nunca lo fuiste...).
En tal instante, tras esa broma pesada, es cuando apareces una vez más en mi recuerdo, y se me antoja pensar que ese espejismo absurdo y repetido es fiel reflejo de lo que un día fue, de lo que un día creí tener y al final no. Entonces, aún sin estar presente, logras materializarte firme en mis pensamientos.
A veces, en efecto, creo verte.
Siempre dándome la espalda (tu preciosa espalda), jamás de frente... como si quisieras jugar conmigo, en silencio, para luego parecer arrepentirte.
Y me doy cuenta de que el olvido es mentira, que la reiterada ilusión no es más que una traición del subconsciente, una erupción espontánea de recuerdos reprimidos que luchan con vehemencia por salir y explayarse a sus anchas: tal es la presión que hace indomables las grandes pasiones.
Sí. A veces creo verte. De espaldas a mí, sin dar nunca la cara, pero siempre de igual manera: como una gran (des)ilusión...