Es el motivo por el que las lágrimas bañan a veces mis ojos hasta casi llegar a derramarse. Pero en verdad lloro mucho más por dentro. Y esto, potencialmente peligroso, puede hacer que uno al final acabe estallando en mil pedazos.
La sensación es de miedo. Supongo que similar al que otros podrían llegar a sentir ante otro tipo de situaciones —probablemente mucho más trascendentales— que a mí, quizás, no llegaran a dejarme demasiadas huellas. Mi miedo es semejante y diferente a la vez. Banal a ojos de unos; pero vital dada mi circunstancia.
Mi miedo es a caer y no poder levantarme. A no superar el obstáculo que otros se empeñan en poner en mi camino. Porque hay lecciones que creía tener bien aprendidas pero siempre surgen situaciones que delatan mi debilidad, alcanzando de lleno a mi orgullo y dejando al desnudo mi delicado temperamento.
Se trata de no tener más fuerzas para seguir. A dejar, sin saber cómo evitarlo, que la opinión ajena influya sobremanera en mi proceder. A lamentarme tanto de mis defectos y errores pasados que llegue a olvidar las virtudes que me permiten seguir adelante. A olvidar, en definitiva, que no importa cuán fuerte puedas ser capaz de golpear, sino con cuánta fuerza puedas llegar a ser golpeado y seguir adelante.
Pero al menos me enorgullezco de verlo claro: mi miedo no es otro que el de sentir una vez más el fantasma del fracaso intentando envenenar mis venas. Sin embargo esta noche no me voy a lamentar más. Esta noche he decidido dejar descansar mi química...
Interpol - Rest my chemistry