El caminante

El caminante llevaba avanzando por el sendero casi cinco horas. Era la de aquel día una extraña etapa, puesto que, si no le fallaba la memoria, en ninguno de los días anteriores de su larga travesía habíase dado el caso de que el camino no se bifurcara en algún punto. Tal era la costumbre que había adquirido de elegir de tanto en tanto el ramal que más se le antojara, que no pudo evitar sentirse un poco angustiado ante el devenir de los acontecimientos. Pero no se dejó apabullar ni paralizar por los caprichos del destino y, convencido de que tarde o temprano volvería a tener el control, caminó presto y decidido por el inexorable sendero.

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