Frente al espejo

  Llegará el día en que esté lejos de tu mirada. El tiempo y el espacio me otorgarán el consuelo, y hallaré en ellos fuertes aliados para no estar más —nunca más— frente a tu dedo acusador.

  Llegará el día en que consiga alejarme de ti, que ahora, aunque invisible a los ojos, eres onmipresente y deletérea. Sé que sólo en la distancia podré dejarte al fin atrás,  y con ello los recuerdos más amargos de una vida desigual, pues ya no tendré que soportar el peso de tus juicios rebosantes de dolor. Y así, procuraré que el fin largamente ansiado se convierta al cabo en dulce y alentador principio.

  Dejaré de oír tus dircursos silenciosos, esos que lanzas como complemento a tu mirada; no podrás hacer que los oiga estando tan lejos. El reloj seguirá marcando las horas al ritmo acostumbrado y sin parar. Y solo entonces, al tiempo, podré volver a encontrarte en el camino. Yo estaré mejor armado, y tú al fin tomarás forma ante mis ojos. Será el momento de emprender la más ardua y necesaria de las tareas: combatir de frente el ego, la vergüenza y la mezquindad de tu mirada —la mía propia—, frente al espejo...