Ensayo (pseudocientífico y locuaz) sobre la charlatanería

   Todos somos charlatanes en algún momento de nuestra vida. Todos. Yo, ahora mismo, probablemente estoy actuando como tal al escribir este texto. Pero sin querer convertirme en otro charlatán más al decir estas palabras, diría que al menos aspiro a no serlo o que lo soy mucho menos que un buen puñado de personas. Charlatán o no, con más razón o con menos, les muestro un pequeño ensayo sobre la charlatanería:

   Los Charlies —así es como un amigo y yo solemos llamarlos— son personas que hablan mucho, saben de todo y creen no equivocarse nunca. Tanto es así que, si se diera el poco probable caso de que eso ocurriera y ellos mismos lo reconocieran (dos condiciones que muy difícilmente se presentarán juntas, en especial la segunda), no tardarían más de medio segundo en inventarse una excusa para dar fundamento a su error. Dirían que ellos se referían a otra cosa, que otros habían expresado mal sus cuestiones o que en el contexto que ellos consideraron tendrían razón: la capacidad de tergiversación del Charlie es ilimitada. 

   Y es que el Charlie comienza su andadura de Charlie ya desde muy tierna edad. Desde muy niño —antes incluso de ser capaz de construir sus primeras frases— se da cuenta de que tiene algo que otros no tienen: la capacidad de esquivar argumentos, de escabullirse con maestría por entre la maleza del lenguaje y la comunicación. Así, empieza muy pronto a poner en práctica las capacidades que genéticamente le fueron concedidas, y no tarda en darse cuenta de que con charlatanería uno puede decir ser o poder hacer casi cualquier cosa. 

   Los Charlies, al principio, saben muy bien que no todo lo que dicen es cierto; pero eso a ellos se las refanfinfla. Se acostumbran a dar consejos sin saber realmente de lo que hablan, se venden como nadie cuando les interesa caer bien a alguien o aprenden a ridiculizar a otros para vanagloriarse ante terceros o ante sí mismos (una característica común a todo Charlie es su exceso de autoestima). Sin embargo hay algunos que, llegados a cierto punto de su vida (el síndrome a veces se hace muy evidente en la adolescencia), comienzan a no saber diferenciar entre la realidad y su propia ficción. Es entonces cuando el Charlie se vuelve aún más charlatán, pues llega a un punto en el que la propia mentira que él mismo crea se la traga. Es el llamado ‘Charlie’s point of no return’, siendo el punto en el cual el Charlie alcanza el súmmum de su charlatanería. En estos casos —más frecuentes de lo que uno podría llegar a pensar— ya no hay vuelta atrás. Al Charlie ya no hay quien lo pare, y sus discursos llenos de garbo alcanzan cotas altísimas de vesania, aunque también de perfección. Tanto es así que, si el interlocutor del Charlie no tiene conocimiento de sus antecedentes charlatanes, y por muy fantástica que sea la historia contada, probablemente será víctima de una gran TROLA. Ambos dos, el Charlie y su interlocutor,  finalizarán la conversación con la total certeza de que los hechos relatados son verídicos. La víctima, ignorante de ella, se quedará ensimismada ante las falsas virtudes de tal figura. Por fortuna las estadísticas cuentan que, en los casos en los que el Charlie sobrepasa el ‘point of no return’, bien sea por contactos futuros bien por advertencias de terceros, la víctima acabaría dándose cuenta de la doble realidad: que la figura no es más que un Charlie y él un simple iluso.

   Por tanto no puedo finalizar estas palabras sin advertir debidamente al lector: tengan cuidado. El mundo está lleno de Charlies sin escrúpulos, muchos más de lo que usted imagina. Su astucia es sublime y sus palabras locuaces siempre guardan una falsa razón. Recuerde: hablarán más que actuarán, le aconsejarán sobre casi cualquier tema que ustedes les pregunten y muy raramente cederán durante una discusión controvertida.

   Así que si observa este comportamiento en una persona o si el susodicho, en vez de usar expresiones tales como “yo creo que”, se expresa con mayor contundencia —argumentando cómo son las cosas más que cómo cree él que son— como si tuviera total conocimiento de causa, no se fie ni un pelo: podría ser víctima de una de sus charlatanerías. Podría estar topándose con un auténtico Charlie.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Jajajajajaja, muy bueno.

Anónimo dijo...

uffffffff esta muy bueno..........dic algo muy cierto