Gonzalo

Claro ejemplo de sabiduría popular, oírle hablar es un constante aprender de las experiencias de la vida a través de sus historias. Gonzalo, cubano él de pura cepa, es un hombre sencillo. Captando la esencia de la vida montado en su peculiar bicicleta, ha llegado a convertirse en un hombre que ha sabido aprender que con las cosas sencillas se puede ser enormemente feliz. Y es que él sabe vivirla porque ha llegado a comprender qué es lo más importante de ella. No hay más que observar sus ojos llenos de vivencias, su rítmico andar o sus brillantes ocurrencias para saber que bajo esa aparente sencillez se esconde alguien que podría entender mejor que nadie las cosas complejas de la vida.

No es un hombre poderoso, pero sabe que si quiere conseguir algo nunca va a tener ningún problema gracias a su ingenio y picardía. Pero él sabe mucho, y precisamente por eso sabe conformarse con poco. Me pregunto, incluso, si es que acaso Gonzalo habrá descubierto el gran secreto de la vida…

Él, repito, es cubano. Sabedor de lo que acontece en las altas esferas de la sociedad o de sobrevivir en el lado más hostil de la calle. Es cubano para saber divertirse en cualquier lugar y es cubano para ver que las cosas también se disfrutan pausadamente. Para ser pendenciero cuando la situación lo requiere o para entregar el más sabio consejo en un momento de desesperación. Consciente de que personas hay muchas y experto en tratarlas a todas, sabe ganarse la confianza tanto de unos como de otros, convirtiéndose prontamente en amigo del ricachón y del mendigo.

Es Gonzalo, el cubano, humilde como ninguno, carácter noble de aventurero, repartidor de mil historias repletas de lujos y penurias. No dudes que también repartirá su bocadillo –siempre a partes iguales- si es que acaso no tienes nada que comer. Tú pídele ayuda que él vendrá raudo en su bicicleta para solventarlo. Tómate unas cervezas con él y verás todo lo que se esconde bajo esos ojos claros y esa piel tostada, como curtida y cuidada a conciencia por el sol de la vida.

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