El mal soñador

Miró el reloj el viajero que se disponía a coger el autobús hacia su lugar soñado. Tan sólo faltaban diez escasos minutos para emprender el gran viaje de su vida. Sentado como estaba en un banco de la estación, alzó la vista para mirar con curiosidad el panel de salidas, observando los otros muchos destinos que pronto, también, otros viajeros como él habían decidido tomar. Empezó preguntándose las razones por las cuales aquellos otros hombres y mujeres habían decidido uno u otro destino y, viéndose reflejado en cada una de las demás vidas, pasaron por su cabeza, como un rapidísimo rayo de luz, decenas de escenas que representaban su existencia acorde con esos otros objetivos. Y lo cierto era que en la mayoría de esas escenas el feliz y soñador viajero encontraba para sí caminos con los que también se veía satisfecho. Y se preguntó si realmente había escogido el autobús correcto o debería reflexionar nuevamente sobre tal trascendental cuestión.

Miró el reloj el viajero que se disponía a coger el autobús hacia su lugar soñado. Habían pasado diez escasos minutos desde que su autobús salió. No habían sido tan rápidos esos románticos pensamientos de visionadas autobiografías, y el viajero se sintió mal por haber desperdiciado una oportunidad de emprender definitivamente su camino. Alzó la vista y observó con alegría que en cinco minutos salía otro autobús con otro destino nada despreciable. Pero mientras pensaba qué habría sido de su vida si hubiera cogido el autobús perdido, salió aquél otro sin que el empedernido soñador ni siquiera se percatara.

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