Tan fuerte como el mar

No era el primer desamor al que Lucía se enfrentaba. Sentada en el mismo banco en el que desde hacía años solía hacerlo, sola o acompañada, para contemplar la majestuosidad del océano, permanecía inmóvil pensando en su soledad. Él la había dejado y ella ni siquiera sabía por qué. Aunque aquella relación apenas había comenzado la verdad era que tenía puestas muchas esperanzas en que saliera bien: aquel chico realmente le gustaba; pero por alguna razón él no quería verla más.

Pensaba en todas las personas que se habían sentado con ella en aquel mismo banco y en todas las ocasiones en las que permanecía allí con la única compañía del océano. Recordó aquel día en el que, en aquel mismo lugar, oyó cómo a sus espaldas alguien le confesaba que no había otra cosa que deseara más que ser tan fuerte como el mar: incorruptible siempre ante cualquier adversidad. Al girarse para mirar el rostro del inesperado acompañante advirtió, antes mismo que su ya avanzada edad, un dolor tan sumo en su expresión que no pudo dejar de sentir un vuelco en el corazón. Aquella conversación no siguió con más palabras, sino con una intensa y fugaz mirada entre ambos. Lucía supo al instante que aquel hombre tenía un gran dolor en el corazón y temió sentirse algún día tan desdichada. E intentó a partir de ese día, a imitación del buen hombre, ser tan fuerte como el mar.

Desde entonces era ese recuerdo el que siempre le daba fuerzas para seguir adelante. Sabía que únicamente la vida podía enseñárselo con el tiempo, pero estaba segura de que desde aquel día y aquella meta que se había propuesto se sentía menos vulnerable. Y es que era consciente de que ese océano siempre estaría allí con ella y que cuando consiguiera alcanzar aquello que el viejo tanto deseaba ella misma se convertiría en el mar. Entonces ya nada podría herirla. Porque las personas que pasaran por su vida serían como los navíos que iban y venían surcando su indestructible e inseparable aliado. Y al igual que éste tiene puertos por doquier, ella siempre dejaría lugar para ese esperado barco que algún día atracaría sinceramente en su corazón.

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