Mutis


  El escenario era idóneo. Sentados en una roca, frente al mar y bajo un cielo despejado que prometía un bonito atardecer, los dos amigos permanecieron horas compartiendo las vivencias acaecidas durante los dos meses anteriores. Dos meses en los que apenas habían tenido tiempo ni siquiera para conversar un rato decente. Mientras hablaban y discutían afablemente sobre los más diversos temas, la noche se cernió sobre ellos sin apenas darse cuenta. Tal era el disfrute del que ambos gozaban con su mutua compañía.
  Entonces vino también el silencio. El mismo mutismo prolongado que solía surgir espontáneo en tantas otras ocasiones. Y, con él, se fraguó una vez más el mejor momento de su amigable encuentro: aquél que, sin palabras, les hacía sentir más unidos que nunca.

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