Fidelidad


Me parece increíble cómo, día tras día, a medida que hablas con más gente, te das cuenta de que eso de la ‘fidelidad’ se lleva cada vez menos. En un mundo en el que cada vez nos dejamos llevar más por las pasiones más mundanas, dejamos demasiadas veces de lado los valores más fundamentales, poniendo por delante el placer efímero y superficial. Como en tantas otras ocasiones, prima más el resultado en sí mismo que el cómo se consigue; y en este caso particular, el de una infidelidad, ¿qué más da mientras nadie se entere? 

Y es que quien menos te lo esperas te la puede jugar. Desde el chico más dulce hasta la dama más recatada. ¿Dónde está el amor entonces? Y si quizás lo que ocurra es que en el fondo la pareja no está enamorada, ¿dónde queda, al menos, el respeto? Pero he descubierto que para mucha gente eso en realidad da igual, puesto que la pregunta que se hacen es esa otra mucho más simple: ¿Y eso qué más da, mientras nadie lo sepa…? Me atrevería a decir que a veces los valores son tan pobres que ni siquiera se paran a pensarlo, que el remordimiento no existe. Como un niño que llora y, al poco, ríe.

En fin. Reconozco que siempre he sido un tanto ignorante para este tipo de cosas (yo tampoco estoy completamente libre de pecado), pero no deja de ser curioso observar cómo lo que teóricamente está bien –y por ende, debiera ser lo normal– no es precisamente lo habitual en nuestros días. O será que esto siempre fue así y yo aún no me había enterado…

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