Ánimo

Ha sucedido. He vuelto a sentirlo. No había tomado pastilla alguna, ni se debía a la alegría de una noticia pasajera... ni siquiera al efecto de ninguna mujer, pero las endorfinas danzaban por mis venas, al ritmo de la música, moviéndome hacia un éxtasis fantástico.

El signo era claro: aún sin entrenamiento, me veía capaz de correr velozmente impulsado por un ánimo imparable; sin mirar atrás, y divisando un horizonte esperanzador. Me invadían las inefables sensaciones de un día excelente, de que todo rueda, con la certidumbre de haber dado un paso más hacia la autorrealización. El motor, alimentado por el ánimo, movía la máquina como si estuviera recién engrasada. Y ésta, con su inercia, hacía que el ánimo se mantuviera en alza constantemente. Así, la mente y el cuerpo se fusionaron en armonía, logrando dar cuerda, por fin, a un corazón un tanto apagado. Y esta vez de verdad.

2 comentarios:

Belén dijo...

Pues me alegro...

Besos

Borja Echeverría Echeverría dijo...

Todos tenemos algún momento en nuestra vida en el que nos sentimos así.

Aprovéchalo.

Saludos.