Deslízate

   A Pedro le gustaba tener las cosas controladas. Muchos aspectos de su vida tenían un sentido, marcado por algún propósito que normalmente estaba bastante claro. Sin embargo, era consciente de que había ciertas ideas para las que marcar un objetivo concreto no solo resultaba verdaderamente imposible, sino también contraproducente. Intentar trazar un rumbo para algunas cuestiones un tanto etéreas resultaba, pues, una tarea inútil.

   Y es que la vida le había enseñado que a veces es preciso dirigir sus fuerzas en la misma dirección del fluir natural de las cosas. Dejándose llevar por sus sentimientos más estrambóticos, pero siempre al ritmo marcado; sin forzar la situación. La idea era ir observando minuciosamente los pequeños detalles que el camino le mostraba para, primero, esclarecerlos, y luego intentar establecer poco a poco sus entonces cada vez más focalizadas intenciones.

   Y así era como Pedro, sin llegar a tener el control absoluto, podía llegar a sentir mucha más libertad de la que habría conseguido tratando de tomar el control. Era así como Pedro, sin ir en busca de ese objetivo tan difuminado, decidía de tanto en tanto que a veces era mejor lanzarse. Y deslizarse. Y dejar, disfrutando paciente del paisaje, que fuera la propia meta la que se concretara ante sus ojos, en verdad, aún tan inmaduros.

1 comentario:

Belén dijo...

Es que a muchos nos cuesta eso de dejarse llevar...buf!

Besicos