Cuando me dejabas dormir a tu lado

Hace un año -tan sólo un año- todo era muy diferente entre nosotros. En estos mismos días de frío, lluvia y nieve que ahora nos vuelven a acaecer eran otros los sentimientos que nos unían. Era tu compañía la que me alentaba a seguir adelante en un lugar que se me antojaba, en aquel entonces, terriblemente hostil. Siendo yo de tierras más cálidas, eras tú la fuente de calor que me mantenía vivo en mi primer invierno de verdad.

Hoy es uno de esos domingos tristes y nublados; con las calles aún más vacías que de costumbre por la lluvia que no ha parado de caer en toda la tarde. Es uno de esos días en los que, hace un año, estaríamos en tu habitación abrazados y disfrutando de nuestra mutua compañía, acariciándonos y mirándonos con dulzura, hablando de cualquier asunto de mayor o menor importancia… o quizás en silencio; igual daría, pues de cualquier manera estaríamos haciendo crecer ese afecto que entonces tanto nos unía.

Pero ya no podemos decir que nada de eso siga vivo. Jamás hubiera imaginado entonces que las cosas se tornarían de esta manera, que alcanzarían un punto en el que llegaría a sentirme un extraño en tu cama o que no me miraras con aquellos ojos enamorados.

Recordarás, seguramente, cómo dormíamos en aquel tiempo: pegados a más no poder, acurrucados el uno junto al otro juntando nuestras mejillas, pretendiendo quizás de manera inconsciente volvernos uno. Tú siempre buscabas la manera de apoyar tu cabeza encima de la mía; y yo me dejaba aun estando algo incómodo, porque aquello era lo de menos cuando me sentía tan privilegiando teniéndote tan cerca.

Tal día como hoy, domingo frío y lluvioso, seguramente acabaría pasando la noche junto a ti, en tu casa, en tu cama. Y te alegrarías enormemente al saber que seguiría estando contigo durante algunas horas más. No era complicado averiguarlo en tu expresiva cara. Ahora, sin embargo, apenas refleja ilusión alguna al reinar la indiferencia en el tan sólido vínculo que antaño nos unía. Al igual que no hacía falta que me dijeras cuánto me querías porque podía averiguarlo tan sólo con verte, ahora tampoco es necesaria palabra alguna para saber que la llama apenas tiene fulgor; que mi cuerpo en tu cama no es más que un objeto más quitándote algo de espacio. Y que seguramente no volvamos a intentar, inconscientes, volvernos uno mientras nos abrazamos tiernamente.

1 comentario:

lùaR dijo...

Joer macho es muy bonito todo lo escrito,si yo fuera esa persona y tubiera la oportunidad de leer esto,caería en tus brazos nuevamente...
y si no prueba a decirselo.