Contador

   Aquella era su tercera copa. Había gastado su juventud en hacer todo lo posible para conseguir cada una de ellas; pero aún no estaba saciado. Le quedaban ganas, energías, juventud e ilusión. Seguiría entrenando para poder optar a alguna más. Y aunque los periódicos calificaran su victoria como ‘sufrida’, sólo él sabría decir cuánto. Pues más allá de la carrera estaban las horas y más horas de dedicación, de esfuerzo sobrehumano y de férrea autodisciplina. Horas en las que tocaba sufrir en silencio, de pensamientos trucados para olvidar la monotonía inevitable. Con piernas de hierro y voluntad de acero no se dedicaba precisamente a dar patadas a un balón con sobrevalorada destreza. Lo suyo, aunque menos célebre y mucho menos remunerado, era en verdad algo un tanto más duro: él era ciclista. Un deportista con mayúsculas. Y uno de los mejores.

2 comentarios:

Administrador dijo...

Hay muchos aspectos de la actividad física que me fascinan. Una de ellas es la capacidad de superación de algunos deportistas, y me intriga muchas veces las motivaciones o los objetivos finales que los llevan a someterse a tan grandes esfuerzos. Me resulta simplemente admirable. Y, a veces, envidiable.

Belén dijo...

Tienes mucha razón... la verdad es que los ciclistas si son super hombres :)

besicos