Experiencia

   A veces te topas con gente con mucha experiencia en algo y tienes la suerte de que acceden a enseñarte parte de su conocimiento. Sin embargo, te das cuenta de que, más allá de las virtudes, los años también dejan restos de cierta petulancia: la gente, inmersa en el mar del conocimiento adquirido y la aceptación ajena, se vuelve un tanto engreída. Y sin querer con ello criticar esta condición, considero que acaban siendo víctimas de la propia experiencia que, por méritos propios o simplemente por antigüedad, les ha sido otorgada. No por la experiencia en sí misma, sino por el mal uso que a veces hacen de ella. Pues el hecho de hacerse valer demasiado supone un lastre que impide que se siga avanzando en la misma línea. Poco a poco dejan de razonar porque ya está todo aprendido. Y sin embargo el mundo sigue en movimiento, sin parar un solo instante.

   Una vez leí que la experiencia es algo que difícilmente puede transmitirse. Se trataba de una novela en la que el personaje rehusó las enseñanzas de su maestro porque, según él, lo que éste había alcanzado lo había hecho solo, con la propia vida como guía, concluyendo que únicamente siguiendo el mismo camino que su mentor llegaría a saciar sus inquietudes. Yo creo que eso es verdad. Más allá del ejemplo expuesto anteriormente (que no pretente en absoluto hacer generalización alguna), creo que cada persona debería intentar dilucidar qué cosas considera que puede aprender de otras y cuáles de ellas merecen ser llevadas por el camino de la propia experimentación. Al fin y al cabo, ¿no es verdad que el hombre deja un buen día de tropezar precisamente porque ya fue víctima de unas cuantas zancadillas? Y probablemente le hayan dicho eso de "te lo dije" cientos de veces. Pero quién sabe si en esos tropiezos haya descubierto algo más. Algo que ninguna otra persona, bajo las mismas circunstancias, haya descubierto nunca. Porque precisamente la experiencia es algo que cada uno vive desde su particular punto de vista; forma parte de ese bagaje propio del que uno puede hablar e intentar describir, pero, tal como yo lo veo, no lo puede ceder a nadie.

   Por eso, últimamente he aprendido que enriquecerse de la experiencia de otros está muy bien, pero hay que saber filtrar lo verdaderamente importante, desechar lo que está muy bien pero ya anclado, y tener fe en que dando pie a tener el mayor número de experiencias propias posibles podremos llegar donde otros, por los mismos u otros caminos, también lo hicieron en el pasado. O incluso más lejos.

Carnaval

Y llegó el carnaval. Días en los que se respira un ambiente lúdico-festivo donde  la gente se disfraza y usa máscaras. Días durante los cuales las personas son libres para adoptar cualquier personalidad que se le antoje, escondiéndose tras variopintos atuendos y asegurando ser otra cosa de lo que en realidad son.

Llegó el carnaval y yo me pregunto si, como en cualquier otra festividad, su carácter, trasfondo y fuerza no será más que el fruto de la sociedad en la que está inmerso. Porque muchos, cuando la fiesta acabe, seguirán llevando máscara e insinuarán ser lo que no son. Y en una idiosincrasia envilecida triunfarán más los que más logren aparentar: como en la fiesta, el primer premio será para el mejor disfraz.

Sagitario

A sagitario le gusta lanzar flechas al cielo;
viajar con su arco sobre tierras desconocidas
que le permitan respirar la que él llama
‘auténtica libertad’

Su fascinación queda lejos de cualquier límite
pues resulta ser por el viaje en sí mismo,
y éste, bajo su perspectiva, es infinito.
El objetivo es en todo caso secundario,
y cuando alguna vez lo alcanza
nunca sabe muy bien qué hacer con él.

A veces, sagitario viaja soñando.
En su imaginar ilimitado queda completamente ensimismado.
Y se afana en lanzar flechas en forma de ideas descabelladas
que a nadie más se le ocurriría pensar.
Pues, al cabo, ¿qué sentido tienen?, ¿qué meta persiguen?

Su visión es diferente; no se plantea estas cuestiones.
El sentido, piensa, es el que da la propia intuición.
Y las ideas raras, ¿cómo entenderlas?
No proceden del cerebro, ¡sino de corazón!

Por eso sagitario disfruta lanzando ideas al cielo.
Su gran fortaleza, reconoce, es su gran debilidad.
Pues bien sabe que de las flechas lanzadas
muchas se pierden en el firmamento imposible
y otras, derrotadas,  vuelven a caer
alcanzándole si es descuidado.

Pero sagitario escupe fuego y dice ser libre.
Aunque sus propias chispas a veces le quemen
y cabalgue cansado y solo, recogiendo sus sueños malogrados